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La historia de un cartero en Pasadena y el árbol que cambió nuestra vida

Con 3300 kilómetros y su natal Milwaukee a sus espaldas, Rudolph Hass y su esposa llegaron a Pasadena con un viejo Ford T sin el guardabarros trasero y con una rueda pinchada.

¿Pensabas que la historia iba a empezar mejor? Quédate porque vas a descubrir una de las historias más fascinantes que nos enseñó a no tirar la toalla, a tener paciencia y dedicación.

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Rudolph, o mejor Rudie, sí, mejor vamos a llamarle Rudie entre tú y yo. Rudie trabajó de unas cuantas cosas tras su llegada a Pasadena, pero en 1926 fue contratado como cartero por la oficina postal.

En una de sus jornadas llegó a sus manos un aviso en una revista donde se publicitaban terrenos con árboles de los que colgaban bolsas de dinero. ¿Buen marketing eh?

California había comenzado a cultivar el aguacate tímidamente ya en la década de 1870, asique Rudie se lió la manta a la cabeza, vendió un terreno que tenía en Milwaukee y compró otro cerca de Pasadena que contaba con 7800m2 y algunos árboles de aguacate.

Pero, ¿cómo es posible que tenga una variedad su nombre? Pues porque lo habitual en California por aquel entonces era que los dueños de las plantaciones le pusieran su apellido a cada nueva variedad. Este no era el objetivo de Rudie, pero como todas las mejores cosas, llega cuando menos te lo esperas.

Con el terreno listo, Rudie fue a un vivero para comprar semillas. Su intención era comprar aguacate guatemalteco, que tiene la cáscara dura. Y cuando los tallos de estos crecieron, injertó brotes de Fuerte y Lyon con el fin de tener árboles de estas dos variedades.

Lo intentó una y dos veces, pero nada, los injertos no prendían. Al tercer intento, Rudie se cansó de intentarlo y quiso talar el joven árbol, pero Caulkins, un especialista que le ayudó con el tema de los injertos, le dijo “No lo coooooortes”, bueno igual no con estas palabras ni esta entonación, pero el mismo propósito.

En 1931 esa planta dio sus primeros 6 aguacates, y el año siguiente 125. El caso es que esos aguacates no se parecían en nada a los que había visto antes, y no exactamente para bien. Por fuera eran una mezcla de negro y púrpura y la piel rugosa, nada parecido a la piel verde brillante a la que estaban acostumbrados en California.

Rudie se lo dió a probar a sus hijos y resultó que por dentro eran cremosos, con alto contenido oleaginoso y buena consistencia, así que les mandó con cajas a la esquina de la calle a ver si podían convencer a la gente de que los comprase, y aunque costó, así fue; cada vez más y más gente se los compraba.

Con el primer testeo hecho, tocaba ver el tema del transporte y tras el primer viaje llegaron prácticamente intactos, como ninguna variedad llegaba. Definitivamente una muy buena noticia.

Y llegó el día. En 1935 Rudolph Hass decidió patentar su aguacate como una nueva variedad y le puso su apellido.

Pero no, no fue el negocio del siglo, ni siquiera un gran negocio. Cuando en 1952 los derechos de la patente vencieron Rudie había ganado apenas 4800 dólares. Y ese mismo año tras su jubilación, murió.

Ahora la variedad Hass representa un 95% de la producción mundial de aguacate.
Hay millones y millones de árboles Hass y todos provinieron de ese árbol original que no fue cortado. 

Este árbol madre terminó enfermando y debió ser talado en 2002, pero cuenta con una placa conmemorando su gran importancia en el desarrollo de la industria aguacatera de California.

Así es como Rudie sin saberlo dio inicio a la variedad más exitosa de la historia del aguacate. Ya sabes, a veces no vale con intentarlo sólo 3 veces, tiene que haber una cuarta.

«El mundo necesita gente como La Aguacatera, que ame lo que hace»

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